Cada una de las 4 fases del tratamiento es vital para lograr una recuperación integral en un cuadro de adicción. Estas etapas se dividen en: desintoxicación, deshabituación, rehabilitación y reinserción.
Introducción
Superar una adicción o conseguir mantenerla a raya (pues en Adictalia consideramos que se trata de una enfermedad crónica), requiere de un tratamiento integral. Este proceso comprende cuatro fases. La primera de ellas apunta a conseguir la abstinencia y, quizá, sea la más conocida. Pero bajo ninguna circunstancia es el único y último fin de un tratamiento integral de adicciones.
Cada caso de adicción es único, y el tratamiento debe ser planificado, idealmente, en función de las necesidades y características de cada persona.
Estas son los ingredientes y objetivos de cada una de las 4 fases:
Desintoxicación
La primera fase de un tratamiento de adicciones, la de desintoxicación, consiste en retirar el consumo de la sustancia para, como se dice vulgarmente, “limpiar el organismo” y que este se mantenga estable. La fase de desintoxicación puede durar entre 7 y 21 días, dependiendo del cuadro de adicción: del tipo de sustancia, de la gravedad de la dependencia, de cómo responde fisiológicamente la persona…
La desintoxicación se suele llevar a cabo en los centros de ingreso residenciales como primera instancia del tratamiento integral, y, en casos puntuales generalmente más graves, en hospitales o clínicas de salud mental.
Conforma sobre todo un proceso médico-biológico, donde se usan fármacos para aliviar las reacciones corporales que provoca interrumpir el consumo. Al mismo tiempo, se empieza con terapias individuales y grupales para contener el desequilibrio emocional que sufre la persona.
La etapa de desintoxicación implica, en definitiva, superar el síndrome de abstinencia, el cual aparece cuando la persona deja de suministrar al cerebro el estímulo externo al que le había habituado para sentirse “bien”. Conocido popularmente como «mono», conforma un conjunto de síntomas desagradables, incómodos y más o menos peligrosos. Reacciones fisiológicas que se producen al cortar el consumo. El cerebro busca así compensar el desequilibrio que se produce por dejar de recibir la dosis al que estaba acostumbrado.

La fase de desintoxicación arranca como respuesta casi automática a la aceptación de la persona de que tiene un problema y necesita ayuda. En muchos casos, el entorno familiar obliga o coacciona a la persona a comenzar un tratamiento, sin que esta crea realmente y comprenda que lo necesita. Esta incongruencia entre lo que la familia y la persona adicta piensan y desean puede representar un obstáculo en el éxito del tratamiento.
Por eso, se recomienda que la persona inicie el tratamiento mínimamente consciente de que debe hacerlo. Es decir, que tenga una motivación por su parte para solucionar el problema que le ha superado. A veces esta toma de consciencia, cuando la persona está en negación, se consigue con la ayuda de un o una especialista que proporcione herramientas para romper ese estado o también con un o una intervencionista en adicciones.
Deshabituación
La fase de deshabituación a la sustancia o conductas implica romper con las rutinas del consumo para estabilizar la abstinencia. Comienza casi de forma paralela a la desintoxicación. En general, pues siempre va a depender de las características del caso, se sugiere que esta etapa se realice en centros de ingreso. Sin embargo, ya por sus circunstancias económicas como individuales, algunas personas cumplen esta parte del tratamiento en centros de día o ambulatorios.
La deshabituación consiste en la «pérdida progresiva de un hábito o costumbre», según define el diccionario. Para ello se requiere, como norma básica, mantenerse abstinente, sin consumir. Al proceso médico-farmacológico de la desintoxicación se le suma otro de tipo psicológico y comportamental: se busca consolidar la abstinencia más allá del aspecto fisiológico.

La fuerte necesidad de compensar la falta del estímulo externo de la droga o hábito compulsivo requiere comenzar con un proceso terapéutico cognitivo-conductual. Un trabajo que permita modificar conductas básicas en el día a día. Este proceso comprende terapias individuales y grupales, actividades, talleres, deporte y realización de tareas. Se trata de empezar a crear nuevos patrones de vida saludable, por medio de rutinas específicas, para que la persona reconstruya su vida alejada de las sustancias o compulsiones.
Rehabilitación
En esta fase la persona debe poner en marcha todo lo aprendido en la deshabituación. Comienza, entonces, la rehabilitación: re-aprender a vivir. Tras haber adquirido habilidades básicas para contener la compulsión, ya es capaz de empezar a practicar nuevos patrones saludables en su vida cotidiana.
Generalmente, dependiendo del caso de adicción, se recomienda realizar la rehabilitación en pisos tutelados, donde residen las 24 horas en regímenes semiabiertos monitorizados. Aunque, bien por circunstancias económicas o personales, hay pacientes que pasan directamente a centro de día o ambulatorio para cumplir esta etapa, o que incluso ya vienen de transitar las anteriores en estos recursos. Cada historia de adicción es única y las trayectorias terapéuticas, por tanto, son diversas.
En todo caso, los pisos tutelados constituyen residencias donde la persona convive con otras que se encuentran en su misma situación, en un régimen semiabierto. Allí goza de más autonomía para gestionar sus tiempos, tareas y salidas. Eso sí, siempre guiada por un equipo terapéutico.
Ya sea de forma residencial o ambulatoria, en esta fase, la persona profundiza en su trabajo de reestructuración vital. Se encuentra consciente de la necesidad de cambiar su forma de estar y actuar en el mundo y con una abstinencia consolidada (al menos dentro del entorno terapéutico). Para ello, continúa asistiendo a terapias individuales y grupales, realizando deporte, actividades didácticas, talleres y responsabilidades de limpieza, orden, cocina, mantenimiento…

Las terapias y talleres, de varias veces a la semana, se enfocan en adquirir nuevos patrones de conducta y redescubrir habilidades perdidas a causa del consumo. Pero, sobre todo, en revisar y modificar los pensamientos, creencias y emociones que la empujaban a consumir.
Las circunstancias personales, económicas o de contexto pueden condicionar o determinar que la persona cumpla esta etapa en centros de día o ambulatorios. Estos espacios funcionan con horarios dentro de los cuales la persona acude desde su lugar de residencia diariamente para realizar todas las actividades terapéuticas propias de esta fase del tratamiento.
Reinserción
La última fase del tratamiento de adicciones consiste en volver a retomar la vida social, pero ahora con otra «forma de andar». Esto no es poca cosa para alguien que había perdido la habilidad de relacionarse de forma sana con su entorno a causa del consumo ingobernable. Es decir, para alguien cuya adicción le ha sumido en la marginación.
La reinserción implica volver al hogar, en algunos casos a uno nuevo, en otra ciudad y con otras amistades, para rehacer su vida. Esta es la etapa final del proceso y se realiza durante los últimos meses del tratamiento en centros ambulatorios. Consiste, básicamente, en poner en práctica todas aquellas estrategias que se han aprendido durante las fases anteriores, con la asistencia o respaldo de terapias individuales, familiares y grupales.

Terapia de mantenimiento
Quienes conocen de cerca la enfermedad de la adicción dicen que esta siempre se encuentra al acecho. Esto significa que, incluso después de un tratamiento integral de dos años, la persona puede sentir deseos de volver a consumir. Sobre todo en los primeros momentos de retorno a la vida social, cuando cualquier situación puede transformarse en una prueba de las nuevas habilidades.
Pero también puede ocurrir a lo largo de la vida de la persona, en momentos de crisis personal, familiar, laboral. Hay que tener en cuenta que, dependiendo del grado de adicción al que llegó, su cerebro tiene grabados patrones, conexiones neuronales que pueden recordar viejas formas de huir de los problemas por medio del consumo. Por eso se dice que la adicción es una enfermedad crónica.
Hay que tener en cuenta que, dependiendo del grado de adicción al que llegó, su cerebro tiene grabados patrones, conexiones neuronales que pueden recordar viejas formas de huir de los problemas por medio del consumo.
Por este motivo, Adictalia recomienda a las personas que hayan sufrido adicción que continúen en contacto con entornos terapéuticos de por vida. Esto no es otra cosa que asistir con cierta frecuencia, probablemente con menor asiduidad que durante el tratamiento, a terapias de grupo o individuales resultan fundamentales para revisar el surgimiento de nuevas sensaciones, conflictos, escenarios en la vida y, por tanto, el planteamiento de nuevas estrategias de resolución para evitar recaídas.